La ardilla
Cascabel
La ardilla Cascabel llegó
distraída a clase y sin darse cuenta le dio un codazo al tintero del pupitre
del burrito Galileo. Una enorme mancha negra se comió el dibujo que Galileo
estaba acabando.
- ¡Hala, se me ha estropeado! - Se lamentó el pobre
Galileo.
- ¡Qué pena, era precioso! - añadió la tortuga Roqui.
¡Ha sido culpa de Cascabel que ha entrado aquí a lo loco!
- ¡Oh menudo desastre! - contestó la ardilla - ¡Pero
si Galileo no hubiera puesto en la esquina la tinta, no habría pasado nada!
- ¿Cómo? - le reprendió Roqui -. ¡Pídele
inmediatamente perdón a Galileo o me enfado contigo!
La ardilla y la tortuga iban a seguir discutiendo cuando
apareció la maestra Lechuza por la puerta. Galileo se dio prisa por
limpiar la tinta y Cascabel se fue a su sitio.
Roqui se volvió a Galileo y le dijo:
- Cascabel es muy buena, pero nunca admite sus fallos.
Por la tarde, la ardilla iba otra vez atolondrada
porque llegaba tarde al laboratorio y no pudo frenar a tiempo, chocando con la
mesa de la entrada.
- ¡Clinc, crash, catacrash!
¡El ruido fue espantoso! Se habían roto en pedazos
tres tubos de ensayos, una probeta y un frasco de vidrio.
- ¡Madre mía, Cascabel!, ¿estás bien? -
Preguntó la maestra Lechuza.
- Sí - dijo la ardilla (aunque en realidad se sentía
avergonzada) - Lo siento mucho.
Se había dado cuenta de que tanto en esta ocasión como
en la del tintero, la culpa era sólo suya por ir tan alocada. De ahora en
adelante, andaría con más cuidado. Entonces, fue a pedir perdón a Galileo y a
Roqui, que se pusieron muy contentos.
Cascabel aprendió que: Si reconoces tus
errores, es fácil que los mejores.
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